Articulo por:
Oliver Pieper
Deutsche Welle
«Se están ahogando, maldita sea. ¿No tienen chalecos salvavidas? ¿Nada? Se están ahogando los dos», grita desesperadamente un pescador a la policía fronteriza estadounidense en el río Bravo. Pero estos se quedan parados en el lugar. La mujer y el joven de Honduras gritan por sus vidas, pero no logran ser rescatados. Más tarde, sus cuerpos aparecen en el río fronterizo entre México y Estados Unidos.
El video, que circula por todos los medios de comunicación hondureños, está sacudiendo al país centroamericano. Pero, de todas formas, son pocos los que se desaniman a la hora de intentar llegar al país del norte, la tierra de sus sueños. Cada día, 300 personas emprenden la marcha para recorrer los 2.500 kilómetros que separan la capital hondureña, Tegucigalpa, de Matamoros, en México, con solo las pertenencias más necesarias, para luego pagar miles de dólares a los «coyotes», como se conoce aquí a los traficantes de personas.
Después de todo, para muchos de los casi diez millones de habitantes de Honduras, cualquier cosa es mejor que quedarse en casa. Porque viven en un país sin mucha perspectiva, desgastado por la desesperanza económica y la corrupción, el narcotráfico y las bandas de delincuentes.
Dos tercios viven por debajo del umbral de la pobreza
Más de 100.000 personas han intentado cruzar ilegalmente la frontera con Estados Unidos en febrero, tantos como no se registraba desde hace dos años. 4.000 personas son detenidas diariamente en la frontera, y el número de menores retenidos en campamentos de Estados Unidos se ha triplicado hasta alcanzar los 3.250. Muchos de ellos son de Honduras.
«La gente dice: ‘Más sufrimos cuando nuestros platos se quedan vacíos. Vamos por necesidad'», comenta la experta de la ONU, Ana Ortega.
«El motivo principal por el que la gente huye de Honduras es económico. Una de cada tres familias dice que el desempleo es su mayor problema», comenta Richard Barathe. Agrega que «además muchos perdieron sus casas debido a los devastadores huracanes en Honduras a finales de 2020. Cuando se enfrentan a la disyuntiva de quedarse sin hogar en su país de origen o hacer el viaje a Estados Unidos con todos sus riesgos, algunos eligen lo segundo».
El francés Barathe tiene basta experiencia internacional en el tema, pues ha trabajado en África, Asia y Nueva York. Pero su trabajo actual, como jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Honduras, es quizás el mayor desafío, debido a que es uno de los países con mayor desigualdad social de América Latina; incluso antes de la pandemia del coronavirus, dos de cada tres personas vivían por debajo del umbral de la pobreza.
Falsas promesas de los “coyotes”
Barathe lucha incansablemente contra la imagen negativa de Honduras. Resalta que la tasa de asesinatos se ha reducido a la mitad en los últimos ocho años, pasando de 80 a 40 por cada 100.000 habitantes. Y la injusticia de que un país responsable de solo el 0,1% de las emisiones mundiales de CO2, pero con sequías, huracanes y tormentas tropicales, sea uno de los más afectados por el cambio climático en el mundo.
«Muchos tienen familiares que ya han llegado de alguna manera a Estados Unidos y quieren seguirlos», dice el experto de la ONU. ¿Y qué hay del cambio de Gobierno en Estados Unidos, de Donald Trump a Joe Biden? ¿No ha impulsado también el nuevo presidente las últimas caravanas con el anuncio de una política de refugiados más humana?
Sí y no, responde Richard Barathe. «Biden ha enviado señales claras de que la gente no debe venir y que, en cambio, quiere ayudar a países como Honduras a luchar contra la migración ilegal en el lugar. Pero, por otro lado, la desinformación que comparten los “coyotes”, de que ahora es el momento de huir, abunda en las redes sociales».
«Feminización de la migración»
«No podemos hablar de emigración voluntaria en Honduras. Dadas las condiciones de vida de pobreza, desigualdad y violencia, la palabra desplazamiento es más precisa», asegura Ana Ortega, quien trabaja para la oficina de derechos humanos de la ONU en Honduras y asesora a la Fundación Friedrich Ebert de Alemania en temas migratorios.
Y esta violencia se dirige cada vez más contra las mujeres. Casi todos los días hay un feminicidio en Honduras, por lo que ahora son principalmente las mujeres las que hacen las maletas. De las más de 800.000 personas que salieron de Honduras en 2019, más de 470.000 eran mujeres. «También se habla de una feminización de la migración debido a esto. Por un lado, está la violencia, y por otro, las mujeres a menudo ya han asumido el rol de cuidar a la familia», explica la experta
Para cuatro de cada cinco migrantes, el destino es Estados Unidos. Porque el dólar atrae: en 2020, las remesas a Honduras ascendieron a cuatro mil millones de dólares, casi una quinta parte del producto interior bruto hondureño. «El país no puede sobrevivir sin las remesas. Durante 30 años, prácticamente han sustituido al Estado, por lo que la migración se ha convertido en una forma de vida para muchas familias. La economía colapsaría sin las remesas», dice Ana Ortega.
Controles fronterizos más al sur
La migración se ha vuelto cada vez más difícil, y la experta Ortega habla de una «externalización de la frontera hacia el sur». Al principio, según Ortega, EE.UU. utilizó la presión política para que muchos migrantes fueran detenidos ya en la frontera entre México y Guatemala. Ahora hay estrictos controles fronterizos entre Guatemala y Honduras, lo que complica cada vez más el camino hacia Estados Unidos.
Consultada sobre la estrategia de Honduras para frenar la migración, Ortega señala que “para ello, los gobiernos tendrían que cambiar las condiciones de vida aquí para que la gente se quede. Pero lo único que se les ocurre son campañas de advertencia de los peligros en las rutas de escape. Como si no lo supieran ya».